San Basilio es conocido como uno de los Padres de la Iglesia, al cual se le llama el "grande”, se le presenta en los textos litúrgicos bizantinos como " la luz de la piedad " y " lumbrera de la Iglesia”. Él, de hecho, iluminó nuestra Iglesia, y todavía lo sigue haciendo, gracias a la pureza de su vida que por la excelencia de su doctrina alcanzó. Su primera y más grande enseñanza ha sido siempre su vida.

 

Ya narraba él mismo hacia el final de sus días su propia conversión “He perdido una gran cantidad de tiempo en la vanidad, perdiendo casi toda mi juventud en el trabajo vacío al que me dediqué, y no a aprender las enseñanzas de la sabiduría que Dios ha transformado en locura; hasta que un día, como si despertara de un sueño profundo, miré a la maravillosa luz de la verdad del Evangelio, y consideré la inutilidad de la sabiduría de los príncipes de este mundo que están condenados a pasar al olvido. Entonces he llorado mucho durante mi desgraciada vida."

 

Basilio amó la Iglesia con un amor celoso,  reconociendo en la virginidad de la Iglesia su fe en sí misma, era un guardián muy vigilante de la pureza de esta fe. Por esta razón, luchó con coraje, no contra los hombres, sino contra toda falsificación de la Palabra de Dios.

 

Por lo tanto, desde el principio hasta el final de su ministerio, él luchó para conservar intacto el significado completo de la fórmula de Nicea respecto a la divinidad de Cristo "consustancial" con el Padre;  y , al mismo tiempo luchó para evitar que la gloria del Espíritu Santo no fuese disminuida, porque Él pertenece a la Trinidad y de su divina y bendita naturaleza, considerando que debe estar numerado y glorificado con el Padre y el Hijo.